Dios nos perdona libremente. Si nosotros no perdonamos a los demás, nos estamos haciéndo daño a nosotros mismos. El perdón libera y permite que nuestro ser se abra a los demás.

En nuestra sociedad es frecuente considerar al perdón, como una debilidad. Nos venden continuamente que la venganza es el mejor éxito. Pero el perdón limpia el alma del dolor que carga. El perdón nos permite no detenernos en el camino que lleva hacia Dios. El perdón es una liberación tan maravillosa, que el maligno intenta que nos olvidemos de él.

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