Si no somos humildes, siempre vamos a estar tratando de hacer el trabajo de Dios y nuestros planes difícilmente llegarán muy lejos.

La humildad es como el combustible que mueve los vehículos. Si lo pensamos, este combustible no es nada agradable al tacto, olor y sabor. Pero, cuando el motor comprime el combustible, este se convierte en energía. Energía que mueve aquello que antes estaba quieto.

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